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Mostrando las entradas de enero, 2024

La Frontera

La noche los fue envolviendo con su luna color de plata. Estaba todo el pueblo en el bar del cabezón Acuña. Y cuando digo todo, es TODO. Tampoco es que fueran muchos en ese pueblo. 150 personas más o menos. No sé si se le puede decir pueblo, pero a falta de una palabra mejor… Estaba todo el pueblo. Reunido en el bar un sábado a la noche. Tocaban ellos, que nunca habían ido a ese lugar olvidado rodeado de tierra y pedregullo. Las mesas rebosaban de vino y empanadas. El escenario estaba limpio después de mucho sin ser usado. Y arriba de él, el cuarteto fue aplaudido al tomar su lugar. Le cantaron al recuerdo salteño y a la guitarra de medianoche. Al comienzo de la tercera canción, algo comenzó a cambiar. Sonó la guitarra, se incorporaron el bombo y las otras dos y Gerardo tomó la posta: Don Peñaloza nació en La Rioja desde mocito con su lanza iba a pelear. El Gordo Upite, que tomaba vino como si fuera agua, sentado con su grupo de amigos sintió lo que creyó era sudor frío reco

Penumbras

Velázquez se afirma en el marco del portón flexionando la pierna mala y prende un pucho. Exhala el humo cerrando los ojos, como si a través de él se le fuera la vida. Siente cómo se le relajan la espalda y los hombros. Abre los párpados y las mira a ellas al otro lado de la calle. Calcula que son cientos, pero no le extrañaría que fueran miles. La imagen es memorable: chicas, adultas, ancianas, cantando (bueno gritando), con sus caras hinchadas por el llanto y el verano, formando una masa desesperada que sumerge a Banfield en un luto que parece interminable. Velázquez sabe que todo esto juega a su favor y sonríe. Ve acercarse a Rondón doblando la esquina. -¿Estamos? -Todavía no. Esto recién arranca. Fumate un pucho tranquilo. -¿La pierna? -Como el orto. -Es la humedad. Te va matar. -Veremos. -Qué quilombo. Tuve que dejar el auto como a 15 cuadras. Me cagué de calor. -Y bueno, ¿Qué querés? ¿Los fierros? -En el baúl. -Bien. La multitud termina Querida y empieza Trig